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BLOG & CONSEJOS

Humillación. Dominación

En BDSM se pueden encontrar disciplinas, que van desde el bondage hasta el sadomasoquismo, pasando por la dominación y la sumisión. Y, por ello, existen diferentes roles para cada una de estas disciplinas. Estos roles son aquellos de los que seguro que ya has oído hablar. Los juegos de humillación, conocidos en inglés como “humillation play” son uno de los lados más emocionantes dentro del BDSM. 
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HUMILLACIÓN. ESPAÑA BDSM. DOMINACIÓN
Hola todos, esa noche hacía mucho frío, iba camino de casa pensando en lo dulce que sería tomar un baño bien caliente, por lo que se me ocurrió la idea de llamarlo a él para decirle que me fuese preparando la bañera. Saqué mi móvil y marque, a los pocos segundos su voz respondió al otro lado:
 
 
– Sí?
 
 
– Hola – dije yo – Te llamo para decirte que voy camino de casa con bastante frío así que me gustaría que me preparases la bañera, si no te importa.
 
 
– No para nada – respondió él con voz de entusiasmar la idea.
 
 
– Está bien, ahora nos vemos – dije yo.
 
 
Al cabo de un ratillo estaba en casa, la llegar me recibió él, diciéndome:
 
 
– Señora su baño está listo.
 
 
A lo que respondí:
 
 
– Gracias cielo, eres un encanto.
 
 
Yo sabía que ese momento había sido excitante para él, porque aunque él no lo sepa, yo sé que sentirse humillado lo pone a cien y esa “señora” me hizo saber que esto le gustaba.
 
 
Tras el baño, baje y la cena estaba preparada, nos sentamos a cenar, durante la cena conversamos del día en general, de lo que habíamos hecho, yo le comente que había tenido una reunión y que estaba muerta, los tacones me habían hecho polvo los pies y necesitaba un masaje. Tras eso un silencio inundó la cocina, pude ver como su rostro cambió al oír masaje, pero no dijimos más. Tras la cena decidimos irnos a ver la tele, estando en el sofá, saque mis pies de las zapatillas y los situé encima de él, eso pareció incomodarse un poco, pero aún así no hice caso y continué viendo la tele, tras un rato pude ver como empezaba a impacientarse, por lo que le dije:
 
 
– Cielo deja de moverte y hazme un masaje tengo los pies doloridos.
 
 
Tras mis palabras, como si de un perrito obediente se tratase, empezó a masajearme los dedos muy suavemente, uno a uno, los separaba con un cuidado extremo, como si mis pies fueran de cristal y se fueran a romper. En uno de mis movimientos pude ver como su sexo había crecido de manera descomunal, fue ahí cuando me di cuenta que la situación lo excitaba y decidí empezar un juego que seguro le iba a encantar.
 
 
 Después de un rato masajeando mis pies, los retiré sin más, entonces el me pregunto que porque lo había quitado, me dijo que sino me gustaba como le daba el masaje, pude ver en su rostro impotencia de pensar que lo había hecho mal, entonces le dije que para nada que me gustaba mucho, pero que lo que quería era que me los besase, ahora deseaba sentir sus labios rozando mis pies. Así lo hizo, me agarró primero un pie el cual besó con ternura y después el otro, así estuvo un buen rato, su respiración comenzaba a ser más profunda cada vez y eso me terminó por excitar a mí, pero no quería hacérselo ver. Esa noche nos fuimos a la cama, súper excitado los dos, yo sabía de su excitación, pero él no sabía nada de la mía.
 
 
Al día siguiente, decidí contarle esto a mi mejor amiga, entonces ella sorprendida me dijo:
 
 
– Chica, ya sabes lo débil que es él, sabes que es una persona súper manejable y seguro que el ser humillado le pone muchísimo.
 
Tras escuchar las palabras de mi amiga, decidí que esa noche sería la noche en la que descubriría si a él le gustaba ser humillado o si nos estábamos equivocando.
 
Por la noche llegué un poco antes que él a casa, preparé la cena solo para mí y me fui al Sofá. Cuando él llegó se acercó a darme un beso pero yo no le hice mucho caso, se quedó un poco extrañado, subió a cambiarse de ropa y al bajar me preguntó por la cena, a lo que respondí que estaba tan cansada que no había podido hacer su cena, que fuese él quién se la preparase. Después de cenar se acercó a mí, muy cariñoso, se ve que el calentón de anoche le había dado ganas pero yo no me inmute, pase de él, le deje sentarse a mí lado, y enseguida le puse los pies encima y le dije:
 
– Toma masajea, es lo que a ti te va.
 
Dicho esto vi como quedó sorprendido y empezó, todo fue empezar pude notar su erección y fue entonces cuando le dije:
 
– Te gusta ser humillado, ¿no?, pues prepárate para lo que te espera esta noche.
 
Su cara reflejaba satisfacción y a la vez un poco de miedo. Tras de esto le dije:
 
– Bien, bájate del sofá y ponte ahí a cuatro patitas, como un perrito bueno y espérame.
 
Subí arriba y cuando baje llevaba puesta mis botas altas negras, me acerque a él y le dije:
 
– Ahora chupa mis pies, que tanto adoras, quiero que queden bien limpias.
 
Fue así cómo pude verlo a cuatro patas pasando su lengua por mis botas, fue una situación que me excitó muchísimo. Le ordene que se desnudase y que siguiera lamiendo mis botas hasta dejarlas limpias, tras un buen rato notaba como estaba cansado de estar a cuatro patas, su ritmo iba bajando fue entonces cuando recibió una primera palmada en su culo y tras de eso le dije:
 
– Si no te comportas este será el primero de miles de azotes, pórtate bien y tendrás tu recompensa, y a partir de ahora tendrás que responderme con un “Sí, señora”.
 
Tras escuchar esto respondió:
 
– Sí, señora.
 
Lo hice incorporarse y vi como su sexo quedaba totalmente erecto delante de mí, lo tenía allí de rodillas y con el sexo duro.
 
– Estás excitado, ¿no? – le pregunté.
 
– Sí ama – me dijo.
 
Fue entonces cuando me acerque mi sexo a su boca, el de rodillas frente a mi y yo de pie delante suya, hazme disfrutar le dije. El comenzó a lamer mi sexo con impaciencia, llegue al orgasmo en poco tiempo, puedo decir que fue uno de mis mejores orgasmos, tras correrme varias veces lo tumbe y me abalancé sobre su sexo el cual estaba duro y casi a punto, solo basto succionarlo unas cuantas veces y su leche salió disparada, después nos dimos un beso húmedo y me dijo:
 
– Gracias por haberme hecho sentir también esta noche.
 
Desde ese día hemos jugado a muchas más cosas que ya contaré.

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